viernes, 25 de junio de 2010

DINOSAURIOS- Crítica en Cuba




De antiguos y nuevos dinosaurios.

Escrito por María Elena Bayón Mayor
Viernes, 25 de Junio de 2010


http://www.radio26.co.cu/index.php/culturales/89-de-matanzas/1779-de-antiguos-y-nuevos-dinosaurios.html

A propósito del estreno de una de las obras del dramaturgo argentino Santiago Serrano, por el grupo cubano Teatro Icarón, de Matanzas

Cuando allá por la década de los años 70 del pasado siglo leí la obra Dos viejos pánicos, del cardenense Virgilio Piñera, no la entendí. La tragedia de esos ancianos seniles estaba por encima de mi marco referencial, por entonces limitado, aunque cursaba estudios universitarios.


Con el tiempo comprendí que ese desafuero ocurre en muchas ocasiones porque somos ajenos a historias de temores y soledad, por la sencilla razón de que no las hemos vivido.

Sin embargo, tal es, evidentemente, su grandeza, que me fue imposible olvidarla, al punto de que cuando presencié los ensayos y el estreno de la pieza teatral Dinosaurios, del escritor argentino Santiago Serrano, con puesta en escena del grupo Icarón, de Matanzas, vino a mi mente aquella trama angustiosa.

Rebuscando en Internet, encontré un pensamiento del célebre dramaturgo cardenense, quien en 1963 expresó: “El que tiene miedo de sí mismo produce y consume su propio miedo, es decir, se incomunica, se aparta de la sociedad. Al apartarse, paraliza automáticamente toda posibilidad de acción. Metido en un callejón sin salida, solo le queda el juego estéril con su miedo (…)” y esa es, pensé impactada, la base conceptual del argumento de la obra que Miriam Muñoz versionó y dirigió para el público cubano.

Dos seres comunes huyen de su entorno para refugiarse en la noche en un lugar oscuro y allí triturar sus angustias. Creo que de los personajes más difíciles, los simples están en primera línea. Por eso la respetable actuación de la Muñoz, en el papel de Silvia, y la reveladora y armónica caracterización de Williams Quintana, en el de Nicolás.

Un miedo profundo los embarga. Ella, con aprensión a romper con su insulsa vida de solterona e hija amorosa que la conduce a espantarse ante el acercamiento de un hombre. Él, huyendo del hogar, por miedo a la violencia de una esposa feroz. Los dos solos, inmersos en sus diminutas existencias cotidianas, para ellos inmensas en su particularidad.

El conflicto de Dinosaurios profundiza en la necesidad de cambio que tiene el ser humano ante la posible extinción de su dignidad. No, no es que sean antiguos, sino que peligran como especie, por la crueldad del mundo exterior y por el desasosiego raigal que los domina, ese que “paraliza automáticamente toda posibilidad de acción”. Y esa noche, ambos sujetos se enfrentan ante el reto de una potencial transformación, aunque los giros sean suaves, como lo son sus vidas.

El diseño escénico de Rolando Estévez está delineado en la vertiente minimalista, resaltado por un telón de fondo onírico con representaciones pictóricas de una terminal de trenes entre columnas opresoras.

El vestuario, convencional, utiliza con no muy clara intención la iconografía; el símbolo, en mi opinión, no logra escapar del lienzo. Por su parte, la banda sonora, con música de Pablo Milanés y en manos de Harold Bermúdez, funciona como marcador del movimiento escénico y dramático.

Un nuevo tono aporta la obra al teatro dramático del país, cuyo repertorio es cada vez más versátil e importante. No por sencilla, como reseña la propia prensa argentina, esta pieza es menos relevante. Una comedia sentimental, en tiempos de crisis, deviene aliento protector ante el miedo oculto, que consume y el cual solo podemos destruir acercándonos los unos a los otros.

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