El Joven porta sus bártulos en una mochila. El Viejo lleva maletín. Son compañeros de trabajo, que consiste en obtener información acerca de intimidades ajenas por encargo; son voyeurs por cuenta de un patrón. Pero ellos, a su vez, son observados desde las sombras de un patio de butacas; porque estos voyeurs son personajes de teatro, cuyos movimientos siguen atentamente los espectadores. Que, a su vez, también son observados (el mundo está lleno de mirones): por el dramaturgo, por los críticos, por los críticos de los críticos, por Dios, que todo lo mira porque todo lo ve, y es el más mirón de todos.Los sujetos observados desde la prudente distancia por el Viejo y el Joven, también son mirones, también hacen teatro: son una pareja ocasional, una pareja para un rato, formada por una prostituta a tiempo parcial y un funcionario de mediano-bajo rango, juerguista también a tiempo parcial. La prostituta representa para su cliente el papel de mujer apasionada; el cliente “juega a novios” con ella, la trata como si no fueran su cartera y su cargo lo que le proporciona la conquista, sino su calidad humana. ¡El gran teatro del mundo! Pero yo no he comentado aquí una obra de nuestro Calderón de la Barca, sino una pieza de teatro breve de Santiago Serrano, dramaturgo argentino. Pueden leer esta pieza, y otras del mismo autor, en esta web que es la suya:
Rafael González
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