viernes, 22 de junio de 2012

YOCASTA- En gira por Guatemala con la Universidad de Sonora




Pocos seres son capaces de contener en sí tal cantidad de ilusión, ternura, dulzura y armonía; pocos son los seres capaces de padecer tan hondamente el dolor como la Yocasta que Santiago Serrano nos brinda. Yocasta es la suma del destello de la luz maternal y de la pasión revivida depositados en el único ser que la moral y la sangre le prohíben: su propio hijo.

Nuestra Yocasta es una mujer tentada por la soberbia y la desobediencia. Su energía vital la mueve a enfrentar la instigación del vaticinio divino con una fortaleza desbordante y retadora que atenta incluso contra todo orden social y divino.

La Yocasta de Serrano, posee un contexto preciso como mujer donde se necesita la pluralidad y el fuego de las emociones parar hacer vibrar y para reflejar los caracteres de los otros y el propio. Es la búsqueda de la empatía con el espectador a través la conmiseración. En esta tragedia la mujer es víctima del destino y marginada, por él mismo, a la autodestrucción.

Yocasta no es un personaje a secas, es ante todo una mujer y como tal nos aporta una amalgama de matices y contradicciones que captan, mantienen, transportan, dibujan y mueven. Posee actualidad. Es, de alguna manera, el reflejo de la taciturnidad de las jóvenes desorientadas de nuestra civilización globalizada, víctimas de sus propios anhelos.

Yocasta posee un contexto preciso como mujer. Es mujer en una tragedia, donde se necesita la pluralidad y el fuego de las emociones para hacer vibrar; para hacer pasar de la elevación a la conmiseración de un personaje; para reflejar los caracteres de los otros y el propio: hacer sentir, en suma. A una tragedia la mujer la humaniza. El hombre le dará acción, le dará aventura, le dará forma pero sólo la mujer le regalará el alma, le proveerá de vida: engendrará el fondo. Sin Yocasta no hay dolor para Edipo, ni hay Edipo, ni hay tragedia, ni hay nada.

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