Universidad Stendhal – Grenoble,
Francia.
Abril de 2013
Un anfiteatro en un campus
universitario. En él, un grupo de estudiantes de lengua española, intenta representar
un espectáculo basado en obras de autores rioplatenses. Entre ellas, mis obras
Entre Nos y Fronteras.
Dura tarea es interpretar un
personaje, aún más en otra lengua. Todo se vuelve resbaladizo. Si es difícil
apropiarse de las palabras conocidas, ¿cómo hacer con las extrañas? ¿Cómo
bucear en ellas para teñirlas de sentido y sentimiento?
Fui invitado por la Universidad
Stendhal a dar una ponencia en un Coloquio de Teatro Rioplatense y eso me lleno
de orgullo, pero también se me convocó para acompañar en la fase final de sus
ensayos a estos héroes franceses en su batalla actoral y lingüística. Gusto las
tareas “suicidas”, por eso me lancé con todas mis ganas.
El primer encuentro fue especial.
Cuando me presenté, en un escenario en penumbras, pude ver el efecto que les
producía. Fue lo mismo que para un grupo de estudiantes de paleontología que un
dinosaurio ingresase en su aula. No lo dijeron, pero me parecía escuchar, “Un
autor vivo. Existen, más allá del papel” Mis textos y lo de los otros autores
se volvían carne y algo vital para ellos. Debían encarnar los personajes ante
mi presencia. Alguien había cruzado el Atlántico para escucharlos, pero ante
todo para ayudar en el proceso de apropiarse del sentido de los textos que
tenían que enunciar.
Cristina Breuil, quien viene
haciendo una tarea titánica desde hace años, y Karen Cervera habían realizado
un gran trabajo, como directoras y profesoras del proyecto, pero la presencia
de un autor rioplatense, in situ, daba una impronta muy fuerte a esa etapa
final.
Luchamos con y contra las
palabras. Mi ignorancia de la lengua francesa me obligaba a buscar todas las
maneras para transmitirles sentidos y emociones. Mi cuerpo hablaba, muchas
veces, lo que mi lenguaje oral no podía expresar. Así es el teatro, ese mestizaje
mágico de texto y cuerpo. Hubo desconcierto, incomodidad, solidaridad, risas,
emociones y, sobretodo, un inmenso deseo de enfrentar lo desconocido. Tres
días, donde dejamos de ser desconocidos para integrarnos como un grupo de
trabajo.
La función fue maravillosa. Todos
pasaron por su primera experiencia. Perdieron la virginidad teatral y salieron
airosos. Pero lo más importante es que quedaron con ganas de más. Ese más, que
quien sube al escenario conoce muy bien. En ese instante no había universidad,
como espacio académico, era todo teatro.
Aprendí mucho de cada uno de esos
estudiantes heroicos. En el aplauso final, fui uno más de ellos. Renovaron en
mí el desafío que implica hacer teatro.
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