viernes, 4 de abril de 2014

El Teatro, mi teatro, nuestro teatro.


Impresiones de una de las estudiantes que participaron en la puesta en escena de varios autores rioplatenses, durante el Coloquio que se realizó en abril de 2013. El montaje fue dirigido por Cristina Breuil y Karen Cervera. Mi misión fue acompañarlos en el final del proceso.

Juliette Mace dice

El Teatro, mi teatro, nuestro teatro.


El teatro, mi teatro.
Se abren las puertas, entra el público. Se apagan las luces, se hace silencio. La música empieza, la cortina se abre. Luces y… ¡STOP!
No basta describir el hecho escénico, para hablar del teatro. Intentaré contar lo que es para mí el teatro, mi teatro, nuestro teatro.
Erase una vez, un encuentro, porque el teatro es una serie de encuentros,  uno más enriquecedor que el otro, ¿verdad? Pues, un encuentro… Afuera cayó la noche, una noche de invierno en febrero. Entramos en una sala iluminada en lo más recóndito del campus. Once risas se responden entre chistes y bromas, ecos de un primer encuentro silencioso, entre desconocidos, unos meses antes. Unos minutos más tarde, otras dos voces llegan. Complicidad, buen humor, pero también una cierta solemnidad que se instala. Es hora de un segundo encuentro. Ya no somos once estudiantes con sus profesoras, somos onces actores con sus directoras escénicas y descubrimos por primera vez un texto, un autor, un personaje.
Ya no soy Juliette, pero soy la Jueza; ya no es Clémentine, pero si es la Mujer del teatro; ya no es Manolo, pero es El Mudo. Ya no son Charline, Noemie, Faira, Léa y Juliette, ahora son Lourdes, Elena, Cecila y Rox; ya no son Pauline y Philippa, pero encarnan a Laura y Leonor; ya no son Marion y Marina, se convirtieron en Pascualina y Tonito; y así muchos otros más… Alegría, decepción, sorpresa.
¿Tenemos todos el papel que queríamos? Sí, no,… es imposible tener un papel que nos corresponda perfectamente, excepto el que jugamos cada día. Y si algunos entran en su papel como “Pedro por su casa”, porque le viene como anillo al dedo, otros tendrán que aprender a valorarlo y amansarlo, hora tras hora, hasta que se vuelva parte de sí mismo.
Se acercan las fechas límites. Los textos cambian. ¿Guardamos esta replica? ¿No está demasiado larga la obra?
Cronometro en mano, el tiempo pasa, sube el estrés… Ya no basta conocer de memoria un simple texto en una lengua extranjera, ahora hay que sentirlo, hay que vivirlo de manera completa, sin condiciones. Noche y día da vuelta en nuestras cabezas, nos embriaga; los gestos trabajados tantas veces en detalle, ahora hay que aprender a dejarlos venir de manera espontánea porque todo tiene que parecer sencillo y natural, evidente. El tiempo se acorta, ya no son encuentros, reencuentros una vez por semana sino cada día, en un escenario negro y con los asientos todavía vacíos. Una mañana, llega la noticia que una tiene que jugar otro nuevo personaje y llevar una peluca rubia. Es  mediodía, tenemos hambre, el espectáculo casi está listo pero hay que esperar. Una espera más, una entre muchas.
Por fin se abre la puerta, es hora de un tercer encuentro. No solo es un nombre de autor más, escrito de negro en un papel blanco, aquí está, de carne y huesos con su “Yo” argentino y su sombrero reversible. Aquí está con sus consejos en broma: “Si tienes un novio, es prohibido besarlo hasta el estreno, sólo tienes que dedicarte al teatro”. ¿Es transparente la palabra besar? Aquí está con sus gestos e ideas nuevas que no hacen sentirnos un poco más vaca o mosca. Aquí está para mostrarnos el ejemplo: como tenemos que entrar en el escenario, apropiarnos el espacio, une el acto a la palabra y nos muestra como caerse literalmente en el decorado. Aquí está Santiago Serrano.
Pero todo no es pura broma: montaje de las luces, ensayo técnico, gestión del decorado, vestuario pero también hay la vida que sigue en paralelo: exámenes, disertaciones, exposiciones, partidos. Es difícil conciliar nuestra vida y el teatro cuando el teatro no es el sinónimo de su vida. Y cuando por fin hemos logrado, encerrados en este espacio fuera del tiempo, ser nuestro personaje y no solo interpretarlo, ¿Cómo hacemos para aceptar cambios o indicaciones en el último momento? Aceptar o negarnos. Esa es decisión nuestra, nos pertenece.
El tiempo retoma sus derechos, solo quedan una cuantas horas. Esta sala que pronto estará llena es por el momento el refugio de once estudiantes que juegan a las cartas, leen, duermen, ensayan una última vez su escena para escapar al estrés. Queda media hora, la cortina se cierra, todo el mundo a colocarse el vestuario, últimos consejos, todo el mundo en los bastidores. ¡Ya está!

Se abren las puertas, entra el público. Se apagan las luces, se hace el silencio. La música empieza, la cortina se abre. Es hora de un último encuentro entre público y personajes, público y actores, francés y español, comprensión e incomprensión… Luces… Aquí está el teatro. Aquí está el teatro que miráis. Un teatro que parece simple y como aparecido de la nada solo para una noche, solo para vosotros esta noche. Pero mientras sois llevados a un banco, a un parque, a un tribunal, en la vergüenza, el miedo, el amor, la alegría de los personajes, no olviden que detrás de todo eso, tan como como lo revelan Fitzgerald y Rebeca, o María Puente y la Jueza, detrás del teatro, hay “el teatro”: sus bastidores, su agitación… un mundo detrás de otro. Y cuando llega el momento del saludo, cuando se encienden las luces y se para la música, este mundo parece ya pertenecer al pasado. Ya no somos más que Santiago Serrano, Mariana Eva Pérez, Cristina, Karen, Pauline, Léa, Marion, Marina, Manolo, Clémentine, Faïra, Noémie, Philippa, Charline, Juliette y muchos más… Pero el teatro sigue vivo en las réplicas que nos acosan, en los recuerdos que hemos creados, en las fotos, y sobre todo en aquellos encuentros inolvidables. Así es el teatro, se vive más allá de las palabras. Así es el teatro, mi teatro.

Grenoble-  Atelier teatral del Departamento de Español- Juliette Mace - 2013

Le théâtre, mi teatro.

Les portes s’ouvrent, le public entre. Les lumières s’éteignent, le silence se fait. La musique commence, le rideau s’ouvre. Lumières et¡STOP! No basta describir eso para hablar del teatro[1].  Le théâtre, ça ne se résume pas à ça ! Je vais vous raconter le théâtre, mon théâtre, notre théâtre. Se lo voy a contar[2].
Il était une fois, une rencontre –car le théâtre n’est-il pas une suite de rencontres plus riches les unes que les autres ? Pues, un encuentro…[3]Dehors, il fait nuit, un soir d’hiver en février. On rentre dans une salle éclairée au fin fond du campus. Onze rires se répondent entre chistes y bromas[4], échos d’une première rencontre silencieuse entre des inconnus quelques mois auparavant. Quelques minutes plus tard deux autres voix les rejoignent. Complicité, bonne humeur mais aussi une certaine solennité qui s’installe. C’est l’heure d’une deuxième rencontre. Nous ne sommes plus onze étudiants avec leurs professeures, somos once actores con sus directrices escénicas[5]et nous découvrons pour la première fois un texte, un auteur, un personnage.
Je ne suis plus Juliette mais la Jueza, tu n’es plus Clémentine mais la Mujer del teatro, il n’est plus Manolo mais El Mudo, nous ne sommes plus Charline, Noémie Faïra, Léa et Juliette mais Lourdes, Elena, Jesica, Cecilia y Rox, vous n’êtes plus Pauline et Philippa mais Laura y Leonor, elles ne sont plus Marion et Marina mais Pascualina y Tonito, et bien d’autres encore … Joie, déception, surprise. A-t-on le rôle que l’on voulait ? Sí, no,… es imposible tener un papel que nos corresponda perfectamente[6]mis à part celui que nous jouons tous les jours. Et si certains entrent dans leur rôle comme on rentre dans un moulin car il leur va comme un gant, d’autres devront apprendre à l’apprécier, à l’apprivoiser au fil des heures pour qu’il devienne comme une seconde peau.
Les délais se rapprochent. Les textes changent. Doit-on garder cette réplique ? La pièce n’est-elle pas trop longue ? Chronomètre en main, le temps passe, le stress monte… Il ne suffit plus de connaître par cœur un simple texte dans une langue étrangère, ahora hay que sentirlo, hay que vivirlo de manera completa, sin condiciones[7]. Il faut le vivre. Jour et nuit il tourne dans nos têtes, il nous enivre, les gestes tant de fois travaillés dans le moindre détail, il faut maintenant réapprendre à les laisser venir spontanément car tout doit paraître simple et naturel, évident. Le temps se raccourcit, ce ne sont plus des rencontres, des retrouvailles une fois par semaine mais chaque jour dans une salle à la scène noire et aux sièges encore vide. Un matin, on apprend que l’on doit jouer un nouveau personnage et porter une perruque blonde. Il est midi, on a faim, le spectacle est presque prêt mais il faut attendre. Une attente de plus, une parmi tant d’autres.
Enfin la porte s’ouvre, c’est l’heure d’une troisième rencontre. Il n’est plus un nom d’auteur écrit en noir sur un papier blanc, il est là, en chair et en os avec son « Jo » argentin et son chapeau réversible. Il est là, avec ses conseils: “Si tienes un novio, es prohibido besarle, sólo tienes que



[1] Il ne suffit pas de décrire cela pour parler du théâtre.
[2] Je vais vous le raconter.
[3] Alors, une rencontre…
[4] Entre plaisanteries et jeux de mots.
[5] Nous sommes onze acteurs et leurs metteurs en scène.
[6] Il est impossible d’avoir un rôle qui nous corresponde parfaitement.
[7]Maintenant il faut le ressentir, il faut le vivre complètement, sans conditions.

dedicarte al teatro[1].” Besar est-il un mot transparent? Il est là avec ses gestes et ses idées nouvelles qui nous font sentirnos un poco más vaca o mosca[2]. Il est là à nous montrer l’exemple : puisqu’il nous faut rentrer sur scène et nous approprier l’espace, il joint l’acte à la parole et nous montre comment tomber littéralement dans  le décor. Il est là, Santiago Serrano.
Mais tout n’est pas que rigolade : montage des lumières, filage technique, gestion des décors, costumes et puis il y a aussi la vie qui continue à côté : contrôles, dissertations, exposés, match. C’est difficile de concilier notre vie et le théâtre, cuando el teatro no es el sinónimo de su vida[3].Et lorsque nous sommes enfin parvenus, enfermés dans cet espace hors du temps, à être notre personnage et à ne plus se contenter de le jouer, que faire lorsqu’on nous apprend que lui aussi doit changer de personnalité ? Accepter ou refuser. Esa decisión es la nuestra[4], elle nous appartient.
Le temps reprend ses droits, plus que quelques heures. Cette salle qui sera bientôt pleine est pour l’instant le refuge de onze étudiants  qui jouent aux cartes, lisent, dorment, répètent une dernière fois leur pièce pour échapper au stress. Plus qu’une demi-heure, le rideau se ferme, tout le monde en costume, dernières recommandations, tout le monde en coulisse. ¡Ya está![5]
Les portes s’ouvrent, le public entre. Les lumières s’éteignent, le silence se fait. La musique commence, le rideau s’ouvre. C’est l’heure d’une dernière rencontre entre public et personnages, public et acteurs, français et espagnol, compréhension et incompréhension… Lumières… Aquí está el teatro[6].  Voici le théâtre que vous voyez. Un théâtre qui semble simple et comme apparu de nulle part rien que pour une soirée, rien que pour vous ce soir. Mais alors que vous êtes transportés dans une banque, un parc, un tribunal, dans la honte, la peur, l’amour, la joie des personnages, n’oubliez pas que derrière tout cela, comme vous le révèlent Fritzgerald et Rebeca, ou Maria Puentes et la Jueza, derrière le théâtre, il y a le théâtre ; ses coulisses, son agitation… un monde dans un autre. Et lorsque vient l’heure du salut, quand les lumières se rallument et que la musique s’arrête, ce monde semble déjà appartenir au passé. Nous ne sommes plus que Santiago Serrano, Mariana Eva Pérez, Cristina, Karen, Pauline, Léa, Marion, Marina, Manolo, Clémentine, Faïra, Noémie, Philippa, Charline, Juliette et tant d’autres…  Pourtant le théâtre continue dans les répliques qui nous hantent, dans les souvenirs que nous avons créés, dans les photos, et surtout dans ces rencontres inoubliables. Así es el teatro[7], même si le théâtre vit au-delà des mots.
Así es el teatro.




[1] Si tu as un petit ami, interdiction de l’embrasser, tu dois te consacrer uniquement au théâtre.
[2] Nous sentir un peu plus vache, ou mouche.
[3] Quand le théâtre n’est pas le synonyme de ta vie
[4] Cette décision, c’est la nôtre.
[5] Ca y est !
[6] Le théâtre est là. Voilà le théâtre.
[7] C’est ça le théâtre.

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